Queridos hermanos:
Avanza el año y nos adentramos en una nueva Cuaresma que nos preparara para la celebración más importante de los cristianos: la Semana Santa.
Estas semanas de Cuaresma son muy importantes para nosotros, tenemos un intenso trabajo de preparación para la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor, pero creedme si os digo que solo una cosa es decisiva: nuestra vuelta al Señor, nuestra conversión a Él. Que nada nos distraiga de lo esencial, Jesús Nazareno, muerto y resucitado para nuestra salvación, que es mucho más que una idea, un sentimiento o unas tradiciones.
Sólo el encuentro personal, hondo y cálido, con Jesús Nazareno, vivo en su Iglesia, dará sentido y autenticidad a todo lo demás.
Aprovechemos este tiempo de Gracia. Abrámonos de un modo especial a su Palabra. Entremos en nuestros corazones iluminados por la luz del suyo, para poder seguir trabajándolo de manera ilusionada, con el firme deseo de ser mejores discípulos y, como consecuencia mejores testigos y misioneros allí donde nos encontramos cada uno, de ese Dios que sigue dando sentido a nuestra vida y a nuestra historia. Así que, apremiemos el paso en esta Cuaresma, y subamos con el Nazareno a Jerusalén.
Sólo el encuentro personal, hondo y cálido, con Jesús Nazareno, vivo en su Iglesia, dará sentido y autenticidad a todo lo demás.
Aprovechemos este tiempo de Gracia. Abrámonos de un modo especial a su Palabra. Entremos en nuestros corazones iluminados por la luz del suyo, para poder seguir trabajándolo de manera ilusionada, con el firme deseo de ser mejores discípulos y, como consecuencia mejores testigos y misioneros allí donde nos encontramos cada uno, de ese Dios que sigue dando sentido a nuestra vida y a nuestra historia. Así que, apremiemos el paso en esta Cuaresma, y subamos con el Nazareno a Jerusalén.
Lo que sucedió en Jerusalén hace dos milenios, es el acontecimiento que funda nuestra fe cristiana. Celebrarlo cada año no es una costumbre cultural, sino una necesidad vital. Es un consuelo permanente y una gran esperanza, celebrar el memorial de un Amor tan grande, que nos hace pasar de la muerte a la vida. Durante cuarenta días, Dios se hace mendigo de nuestro ayuno, recogiendo la limosna que demos a los que nos necesitan y el tiempo que entreguemos a la oración, de forma que “en Jerusalén”, es decir, viviendo el misterio pascual, pasemos de la muerte a la vida.
Vivid la Cuaresma con seriedad, desde el silencio, la oración, el ayuno, la mortificación y la limosna. No olvidéis reconciliaros con el Señor y con la Iglesia en el Sacramento de la Reconciliación, que no ha pasado de moda. Participad en los cultos y celebraciones cuaresmales.
Que con la fuerza de su Espíritu, todos nos dejemos reconciliar con El, ganar y conquistar por Él. Este será el mejor fruto de la Cuaresma y de la próxima Semana Santa. Que Nuestra Madre nos ayude a subir con su Hijo, Jesús Nazareno, a Jerusalén para morir con El y Resucitar a una vida nueva.
Un afectuoso saludo y que el Señor os colme de bendiciones.