¡DEJAOS RECONCILIAR CON DIOS!
Con el Miércoles de Ceniza iniciamos el tiempo de Cuaresma un periodo de cuarenta días en el cual miramos nuestro interior y le pedimos al Señor que nos ayude en nuestro camino de fe y conversión, para morir a aquello que nos aparta de Él y celebrar la Pascua, memorial de la pasión, muerte y Resurrección del Señor, corazón del misterio de nuestra salvación.
Es un tiempo propicio en el que la Iglesia nos invita con insistencia a la reconciliación: “os suplicamos que os dejéis reconciliar con Dios” (2 Corintios 5, 20). Un tiempo para reconocer nuestras faltas y debilidades e iniciar con humildad un camino de conversión porque estamos divididos, rotos interiormente, separados de nuestros semejantes y alejados de Dios.
En Jesús Nazareno, Dios no deja de llamarnos e invitarnos a recuperar e intensificar la amistad con Él y los hermanos. Tan solo tenemos que responder a sus invitaciones y abrirle nuestros corazones, para recuperar nuestra amistad con Dios, ser hombres y mujeres nuevos reconciliados y sanados.
La oración, el ayuno y la limosna son los medios que nos preparan para este encuentro con Dios y los hermanos. Este triple ejercicio nos ayuda a que el paso de Dios por nuestra vida no sea en vano en la próxima Semana Santa.
El primer elemento es la oración. La oración es estar con Dios, es la respiración de nuestra alma. Como dice Santa Teresa “tratar de amistad con quien sabemos que nos ama. Dios nos habla de muchas maneras: en las personas que nos rodean, en los pobres y necesitados, en los acontecimientos de la vida, pero sobre todo por medio de su Palabra. Sería bueno proponernos en esta Cuaresma momentos de encuentro personal con el Señor. Son múltiples las actividades que se ofrecen en nuestra parroquia y en la vicaría.
Junto a la oración, el Señor nos propone el ayuno; a saber, el ayuno el miércoles de Ceniza y Viernes Santo y la abstinencia de comer carne los viernes de Cuaresma. Hemos de ayunar no solo de los alimentos materiales, sino también de todo aquello que bloquea y dificulta nuestra apertura a Dios y al hermano necesitado y engorda nuestro egoísmo.
Y la limosna que se expresa en las obras de caridad hacia los más necesitados de cerca o de lejos. No debemos entender la limosna como la ocasional moneda dada a un pobre, sino como la capacidad de renuncia a algo propio en favor de los que están con mayor necesidad. Hemos de compartir nuestros bienes pero también nuestro tiempo y la preocupación con el hermano que sufre. Os invito también a colaborar con las necesidades de nuestra parroquia.
Estos tres caminos de conversión hay que vivirlos tal como nos dice Jesús Nazareno no porque toca o para quedar tranquilos, sino porque nos sale de dentro, porque son expresión de nuestras ganas de renovar la fe y la vida cristiana de la parroquia y de cada uno de nosotros.
Quiera Dios que aprovechemos de verdad este tiempo de gracia y salvación. Que no echemos en saco roto la gracia que el Señor quiere derramar sobre nosotros con las prácticas cuaresmales. Que nos dejemos de reconciliar con Dios como nos dice San Pablo. Que la Santísima Virgen nos ayude y nos conceda vivir una Cuaresma fructuosa y santa.
¡Feliz Camino hacia la Pascua!
Jesús Nazareno os colme de bendiciones. Afectuosamente.